Relámpagos poéticos en la Fiesta —Primera entrega— 

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Este año, la Fiesta del Libro y la Cultura tuvo un espacio especial dedicado a la poesía: la franja Relámpagos de lo imposible, que se vivió todas las noches durante los diez días del evento, en el Auditorio EPM (tarima de Carabobo).

La poesía iluminó el cierre de cada jornada con voces que cruzaron geografías, generaciones y sensibilidades. Poetas de Colombia, España, México, República Dominicana y Argentina compartieron sus versos en un encuentro íntimo con el público, donde la palabra se convirtió en lumbre y lo imposible se hizo presente. Fue un espacio donde la poesía encontró su lugar en medio del movimiento, las risas y conversaciones que venían y se iban. Las voces poéticas lograron abrirse camino, sostenerse, invitar al silencio por un momento. Allí, la palabra se hizo presencia, leve y persistente, como una chispa que atraviesa la noche.

Reunimos diez relámpagos, diez poemas de algunos de los y las escritoras que hicieron parte de esa experiencia. En sus destellos queda el eco de esos encuentros y la huella de las palabras que, entre tanto ir y venir, lograron quedarse.

Aquí compartimos la primera entrega con cinco poemas. Próximamente la segunda.

Darío Jaramillo Agudelo
Colombia, 1947 · Premio León de Greiff 2025

Razones del ausente

Si alguien les pregunta por él, díganle que quizá no vuelva nunca o que si regresa acaso ya nadie reconozca su rostro; díganle también que no dejó razones para nadie, que tenía un mensaje secreto, algo importante qué decirles pero que lo ha olvidado. Díganle que ahora está cayendo, de otro modo y en otra parte del mundo, díganle que todavía no es feliz, si esto hace feliz a alguno de ellos; díganle también que se fue con el corazón vacío y seco y díganle que eso no importa ni siquiera para la lástima o el perdón y que ni él mismo sufre por eso, que ya no cree en nada ni en nadie y mucho menos en él mismo, que tantas cosas que vio apagaron su mirada y ahora, ciego, necesita del tacto, díganle que alguna vez tuvo un leve rescoldo de fe en Dios, en un día de sol, díganle que hubo palabras que le hicieron creer en el amor y luego supo que el amor dura lo que dura una palabra. Díganle que como un globo de aire perforado a tiros, su alma fue cayendo hasta el infierno que lo vive y que ni siquiera está desesperado y díganle que a veces piensa que esa calma inexorable es su castigo; díganle que ignora cuál es su pecado y que la culpa que lo arrastra por el mundo la considera apenas otro dato del problema y díganle que en ciertas noches de insomnio y aun en otras en que cree haberlo soñado, teme que acaso la culpa sea la única parte de sí mismo que le queda y díganle que en ciertas mañanas llenas de luz y en medio de tardes de piadosa lujuria y también borracho de vino en noches de lluvia siente cierta alegría pueril por su inocencia y díganle que en esas ocasiones dichosas habla a solas. Díganle que si alguna vez regresa, volverá con dos cerezas en sus ojos y una planta de moras sembrada en su estómago y una serpiente enroscada en su cuello. y tampoco esperará nada de nadie y se ganará la vida honradamente, de adivino, leyendo las cartas y celebrando extrañas ceremonias en las que no creerá y díganle que se llevó consigo algunas supersticiones, tres fetiches, ciertas complicidades mal entendidas y el recuerdo de dos o tres rostros que siempre vuelven a él en la oscuridad y nada.
Andrea Cote
Colombia, 1981

La noche en ti queda

Y si la cama es ancha es porque eso es el pavor que no que el sueño no es que el cielo te cae en la cabeza la noche en ti queda o el horizonte rojo sangre, verde botella. Que qué será de ti mi melindrosa, que sí, que el tiempo aunque tiempo no acumula no seas zángana ni pérfida aprende a cerrar los ojos adentro de los párpados. Que hagas caso mi mimada que en mejor duérmete mi niña se ahogan todas las infamias. Que no, que la cama no es sólo para el sueño, que la noche no es Dios con los párpados cerrados.
Rómulo Bustos Aguirre
Colombia, 1954

El desilusionador

Mi oficio es el de desilusionador Siempre he desilusionado a algo o a alguien una piedra, una silla, un vendedor de baratijas Cuando tenía siete años desilusioné a un pez que todos los días venía a tomar agua de mi mano El agua brotaba de mi mano de una manera extraña Una vez el agua misteriosamente no salió de mi mano y el pez murió Me miró con ojos suplicantes y murió Creo que era un problema del corazón (el mío no el del pez): a veces confundía la sangre con el agua y mi sangre era sedienta El pez murió de la sed endémica que le producía mi sangre En realidad, no era un pez, era un vampiro He ahí la razón de ser un desilusionador La gente deposita sus ilusiones en mí y yo las voy devorando lentamente Cada día pido más ración de ilusiones hasta que la persona o la cosa queda sin ellas y yo tampoco ¿Has visto un colibrí devorando una serpiente? ¿Has visto el último pedazo de la cola de la serpiente antes de que la trague por completo el colibrí? Entonces has visto el misterio y ya no hay nada más que decir Espero haber desilusionado suficientemente con este poema
Inés Posada
Colombia, 1967

Sé que voy a morirme

Una hoja cae una puerta se cierra la luz se apaga el cristal se rompe la cerradura se herrumbra las suelas de los zapatos se gastan sobre la madera, pequeñas grietas surgen y van mordiendo fibras. Nace el polvo opaco se hace el metal turbia el agua en un vaso amarillas las hojas de los árboles. Se derrite la nieve se pudren las raíces cae la noche y rueda sobre nosotros su silencio débiles se hacen las patas de los pájaros pesado ya su vuelo frágiles los ojos de los peces lento el andar de las hormigas vacilante el viento en la vieja ventana. Así escribe la muerte el inventario cotidiano de sus tristes oficios.
Fabio Morábito
México, 1955

En un café donde sirven cafés “pendientes”

entro y pregunto si me toca alguno. Me dicen que sí y lo tomo con deleite. El café pendiente es una idea muy fina que aprovecha la gente de escasos medios y yo soy un hombre promedio, por eso al irme dejo pagados tres, reponiendo de sobra el que bebí, más la propina. Ni siquiera me gusta el café, pero me gusta saber que alguien dejó para el placer de otro algo caliente y con azúcar en algún sitio de cualquier esquina. Tomo solo cafés pendientes y pago más pendientes que los que tomo, para que el juego siga su rutina. Ni siquiera me gusta la gente, pero esos enlaces entre desconocidos, ese altruismo de calle me fascina. Ni siquiera me gusta moverme y con gusto no saldría, pero saber que allá afuera hay cafés pendientes, una cadena de mutuas cortesías que es preciso sostener para que vivir valga la pena, me hace salir invariablemente y recorrer media ciudad gastando mi salud y mi dinero en cafeína.
Tania Ganitsky
Colombia, 1986

(sin título)

Dejo de existir en el planeta Tierra. En este, que no es el mejor posible sino uno menos efectivo, menos desarrollado y más embrujado, estamos acompañados. Todo viene descompuesto a excepción de la ternura de los drogados que se quieren y cuidan en una rave.
Franco Rivero
Argentina, 1981

Pulso

la armonía es escuchar que un grillo no se superpone a un sapo ni a una rana y uno entiende sin dificultad sapo rana grillo yo que no tengo armonía algo que hago siempre es acostarme de noche boca arriba en la ruta casi nadie pasa aquí pero no hay silencio y sobra vía láctea acostado así entonces mi corazón late pequeño entre todo y soy un anfibio un insecto más que entona por instinto mi soledad me vuelve afín me pone en la misma dirección que el campo pulso del mundo suena tan bien lato tan bien de anfibio o de insecto en el mundo
Marta Quiñónez
Colombia, 1970

Soy Marta

Mi nombre es grito de guerra y de amor Mi nombre algarabía y silencio síntesis entre el tumulto y la soledad Mi nombre alarido amurallado en la memoria sinónimo de amores trashumantes antónimo de gloria y se parece mucho a la desolación Mi nombre una canción ya cantada el cielo donde danza el águila la carroña donde se alimenta el buitre Mi nombre es presagio de los días sin agüeros Soy Marta y soy mi salvación No me abandono me huyo y me encuentro no me abandono
Munir Hachemi
España, 1989

no-ciprés (a Julián Rodríguez)

mañana iré hasta cáceres y veré a julián en cada cosa estará en la trayectoria de las aves impasibles. en la orfandad táctil del volante en la textura rugosa de mis venas a los desalentados cipreses julián no servirá por alimento tal vez dé un roble, quizá un olmo (mi padre no me otorgó el nombre de los árboles) julián será las hojas de ese sauce de una forma íntima y precisa y nosotros que leemos a su sombra veré a julián también en la sorpresa potencial de aquellos que ignoran que los átomos del árbol improbable que las raíces que ahondan en su tórax que sus ramas que bracean hacia el cielo
Albalucía Ángel
Colombia, 1939

Sueños del agua

seré lluvia serena compañera de viaje en tiempos sin campanas mientras buscas el nido donde dejar tus sueños y colgar una hamaca de amanecer a amanecer seré lluvia fugaz de madrugada lluvia de llanto dulce seré la lluvia del retorno