Sostener un objeto entre las manos y sentir con la yema de los dedos su textura: el metal liso y frío, la tela rugosa, lo áspero de la madera. Carlos Quijano aprendió a conocer el mundo a través del tacto y de su curiosidad por saber cómo estaban constituidas las cosas, desde la chapa de una puerta hasta la máquina con la que su madre cosía la ropa. ¿Qué suena adentro? ¿Qué hace que esto gire? ¿Cómo lo desarmo? ¿Cómo lo reparo?
Estas preguntas, planteadas en su niñez, trazaron el camino que luego lo llevaría a convertirse en un maestro de la encuadernación. A los 15 años asistió por primera vez a un curso donde le enseñaron el arte de la conservación de libros. Ahora, más de 40 años después, él mismo dirige un espacio único en su especialidad: Quijano – Escuela Taller, que define como “la concreción de una intención vital, una pulsión por compartir los haceres del libro”.
En una casa ubicada en el barrio de Suramericana, las puertas están abiertas para quienes quieran sumergirse entre máquinas, herramientas, tintas, hilos y letras, y vivir la experiencia de esos oficios que rodean al libro: la lectura, la escritura, la ilustración, la conservación documental, la producción editorial y la publicación.
Las manos de Carlos, las mismas que de niño exploraban texturas y mecanismos, siguen trabajando para preservar la vida de los libros y las historias que contienen, y enseñar a otros a hacerlo también.