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Un libro hecho con agua y piedras – Memorias de una Charla de la Tarde con Ignacio Piedrahíta

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La historia de Medellín se ha escrito desde las montañas, y quizás por eso no fue casualidad que el escritor y geólogo Ignacio Piedrahíta fuera el primer invitado a la franja de Charlas de la Tarde de los Eventos del Libro de Medellín en 2024. El ensayista estuvo acompañado por la poeta Manuela Gómez quien moderó el conversatorio denominado Agua, piel y tierra, que se realizó en el marco de la Feria Cultura y Libros El Tesoro. Ambos autores paisas aprovecharon el espacio para hablar sobre los lazos que unen a la humanidad con otras manifestaciones de la naturaleza.

Para el novelista de la obra Un mar, la simbología que nos transmite el hábitat, el ecosistema y el medio ambiente tiene sus propias expresiones desde varias perspectivas personales. Piedrahíta Arroyave mencionó el significado de los cambios que constantemente tiene el planeta Tierra y cómo cada efecto tiene su propia razón de ser para fluir con el sentido de la vida.

Agua

El autor del ensayo La verdad de los ríos, publicado en 2020, reveló que la palabra río y rivales viene de un tronco común del latín que es rivus. Manifestó que uno puede pensar que los que están en orillas opuestas son rivales y simbólicamente no se podían tocar porque estaban separados por una muralla de agua, pero el agua está en constante evolución y muchas veces, esos bandos opuestos en algún momento pueden vivir en la misma orilla. Por eso, Piedrahíta Arroyave hizo la analogía de que Colombia debe seguir el ejemplo del agua, de que en cierto período de la vida debemos entender que la división desaparecerá y que todos terminaremos viviendo armónicamente en la misma orilla del río.

“Me gusta mucho cómo trabaja el agua, el agua nunca se sobrecarga. Esta es una idea tomada de los presocráticos y es en el concepto de que el agua coge la arena que puede cargar y si hay mucha turbulencia, entonces, coge bastante y si hay una curva donde está un poco más suave deja cierta arena, pensando que vendrá otra agua y la llevará. El trabajo del agua y de todos los ríos es acabar con las montañas; o sea, los ríos lo que quieren hacer es aplanar el mundo. Entonces, hay unas fuerzas de la Tierra adentro que hacen crecer las montañas y los ríos lo que quieren es aplanar esas montañas”, explicó Ignacio Piedrahíta.

Río Magdalena

En 2019, este escritor de Medellín y experto en geología publicó su libro Grávido río donde plasmó con sus letras y palabras las historias, experiencias y anécdotas que le dejó el imponente río Magdalena, ese mismo que recorrió por mucho tiempo para documentar la importancia que tiene dentro de la historia, cultura, y desarrollo económico de Colombia.

Jaime Jaramillo Escobar, reconocido escritor nadaísta, mejor conocido como X-504 manifestó en su poema Sarta del río Cauca que “en algún momento él le tuvo miedo al río Magdalena”. Este mismo sentimiento lo llegó a experimentar Ignacio Piedrahíta, quien relata una anécdota relacionada…

“Ese mismo temor que estaba en mí culturalmente me fue llevando a decir: ¿Por qué explorar ese río y qué tiene para contarnos? Sobre todo, porque el río Magdalena nos une como país de una manera increíble, o sea, un río que está y que recibe directamente el río Bogotá ahí en Girardot, que recibe el Cauca ese mismo que tenemos aquí del otro lado. Entonces, esa especie como de embudo o esa figura elíptica que nos llama; yo creo que tenía mucho para entregarme y sí efectivamente empecé a visitarlo durante varios años”.

La experiencia y conocimiento sobre la geología enriqueció la vida del escritor quien aseveró que el error viene desde el colegio cuando nos enseñaron un concepto equivocado sobre los ríos, que son azules y de línea recta, cuando en realidad la mayoría son de color café u oscuros, ya que, eso es algo muy típico de nuestra tipografía y dice que la causa de este fenómeno se debe a la sedimentación de la tierra.

“Todo río que veamos café en Colombia siempre ha sido así aparte de que pueda estar contaminado químicamente, los sedimentos siempre han estado así y son los ríos que hay en esta parte de los Andes. Sin embargo, también algunos ríos que son transparentes con un color “negrusco”, estos ríos son los que están más en la selva, pero ríos azules muy poquitos y tampoco es una línea”, añadió el geólogo antiqueño.

El geólogo explicó que la apreciación común sobre los ríos es superficial, pero no sospechamos el relieve que hay bajo cada cauce, es muy variado “y mucha parte de ese ancho puede ser muy bajito y, el verdadero canal en la parte profunda está solo por ciertas partes” dice Piedrahíta al recordar sus recorridos por el río Magdalena, con una mirada que transmite el misticismo que cubre también los territorios más históricos de Colombia; como lo son Mompox, Guaduas, Puerto Berrío, Puerto Triunfo y otros más.

“El río que es nuestra señora de la Magdalena, esa virgen también pasa a ser una diosa hindú, esta deidad es Kali quien tiene un montón de brazos; a partir de ahí, un brazo pasa por Barranco de Loba, otro brazo pasa por Mompox y hay otros menores, algo muy lindo que el río tiende a cambiar muy fácil de curso”, indicó el autor de Al oído de la cordillera.

Foto internet

Tierra

Con una personalidad calmada y tranquila, Ignacio Piedrahíta contó que, para él, las piedras también han sido un factor determinante para escribir esas historias desde la geología. Por eso, el cronista plasmó en su libro El velo que cubre la piedra un collage de esos viajes para explicar la importancia que tienen las piedras en su vida. Anteriormente le daba un sentido y calidad a estos minerales desde la parte estética o vistosa; sin embargo, ahora ya busca las historias que guardan esas piedras que son tan milenarias y que albergan millones de años dentro de la existencia de este planeta Tierra.

“El criterio ahora para mí de recoger una piedra o no, tiene que ver que cuente una historia, más que sea deslumbrante, o que tenga caras lisas. ¿Cuál fue la última? Creo que fue una que recogí en la costa Pacífica cerca de Nuquí con un amigo, fuimos a ver unas rocas muy especiales que se llaman basalto, las cuales se forman en el mar y el piso del mar que se mueve las va trayendo y las va pegando o soldando en este caso contra Colombia”.

Piel

Durante esta primera Charlas de la Tarde “Agua, piel y tierra”, la poeta Manuela Gómez aprovechó para preguntarle al escritor y geólogo.

¿Cuál es ese lazo entre la poesía, los humanos y la naturaleza? ¿Cómo es el ejercicio de la contemplación y devoción que nos une a otros seres existentes?

“Si, es muy importante saber sobre qué es la contemplación. Curiosamente, no sé si ustedes comparten esto conmigo, pero yo en algún momento pensaba que la contemplación era como muy pasiva, que uno se sentaba a esperar qué le decía el otro y, sin embargo, si tiene un poco de eso ya que es disponerse de manera muy abierta a pequeños sonidos, olores, formas, vuelos de pájaros, tiempos diferentes; pero lo que le queda faltando a eso es una actitud muy activa de parte del contemplador”.

El escritor agregó que “los aparatos tecnológicos llevan al ser humano a un estado de pasividad, independientemente, que se piense que los dispositivos de tecnología lo tengan a una activo en todo momento”. Y para terminar su charla, explicó, además:

“Es un doble juego de estar muy quieto, pero al mismo tiempo muy atento. Yo creo que ahí se forma ese lazo positivo entre el mundo natural y el ser humano, ojalá, uno siempre pudiera estar atento a eso. Yo creo que una de las cosas interesantes de las piedras, de los ríos, montañas, etc.; es que están quietas, pero lo que lo atrae a uno es la historia temporal, o sea cómo llegaron ahí, qué hay detrás de esa quietud”, puntualizó Ignacio Piedrahíta.

Uno de los escritores más importantes del siglo XX y XXI como fue Gabriel García Márquez detalló y visibilizó al río Grande de Colombia y su compleja topografía para la navegación de aquellos barcos de vapores de la época.

El Premio Nobel de Literatura colombiano, subrayó en su libro El amor en los tiempos del cólera, este fragmento: “Navegaban muy despacio por un río sin orillas que se dispersaba entre playones áridos hasta el horizonte. Pero al contrario de las aguas turbias de la desembocadura, aquellas eran lentas y diáfanas, y tenían un resplandor de metal bajo el sol despiadado”.