En la estación Doce de Octubre del Metro de Medellín se dio vida a un mural para homenajear al poeta Helí Ramírez. Esta iniciativa, realizada en el marco de la 16.° Parada Juvenil de la Lectura y en colaboración con los Eventos del Libro y GraffiArt, es una muestra de la trayectoria del arte en el sector: del poema escrito de Helí, al mural poético de GraffiArt.
“El silencio es mi caleta”, se lee en una de las esquinas. Las letras se ven pequeñas al lado del rostro que es protagonista del mural: el de un hombre viejo, de nariz ancha, el pelo ya escaso y cano, y ojos de felino —entre amarillos y verdosos— que miran al espectador tras un par de marcos metálicos. Bajo la barba, en el lugar donde debería estar el cuello, hay un atardecer. Y sobre el pecho, rojas, las montañas desde donde latieron como fieras las palabras de este poeta de la loma, la calle y el barrio: Helí Ramírez Gómez.
El mural está ubicado en una de las columnas que sostienen el paso del metrocable hacia El Picacho, justo a la salida de la estación del Doce de Octubre, comuna donde Helí vivió desde sus cuatro años cuando su familia llegó desde Ebéjico desplazada por la Violencia en 1952, tras el asesinato de su padre y su abuelo. Fue en estas montañas en las que el poeta sufrió y gozó la efervescencia de una periferia en crecimiento.
Como ningún otro, Helí retrató esas realidades de los barrios populares y sus gentes: los obreros que en convite con la comunidad construían las casas de aquellos que llegaban desde el campo, las galladas de jóvenes reunidos en las esquinas, las madres vendedoras ambulantes que soportaban soles inclementes para hacerse con el pan del día. En otra cara de la columna del metrocable, está la imagen de una señora de cachucha y delantal que impulsa un carrito repleto de termos de tintos; apenas amanece y en la montaña de enfrente todavía brillan las luces del alumbrado público.
“Para mí, es un retrato que habla mucho de lo que son estas primeras horas de la mañana aquí en el barrio. Vos ves al vendedor ambulante que apenas está saliendo a trabajar, buscando a los vecinos que también están comenzando su jornada, ofreciéndoles que un tinto, que un cigarrillo”, dice José Mauricio Garzón, quien pintó este segmento del mural e integra GaffiArt, el colectivo que materializó esta idea surgida gracias a la colaboración entre los Eventos del Libro y el Metro de Medellín.
Alex Herrera, profesional de apoyo en programación y proyectos especiales de los Eventos del Libro, explica que, la idea de crear un mural que contara y visibilizara las memorias del barrio surgió tras las visitas de preparación para la 16.ª Parada Juvenil de la Lectura, que se llevó a cabo el 27 y 28 de julio en el Parque Biblioteca Gabriel García Márquez, ubicado a solo dos cuadras de la estación Doce de Octubre.
“Queríamos rendir homenaje a Helí, una figura fundamental para la zona, y también a las montañas del Doce de Octubre. Nos inspiramos en el manifiesto de la Parada Juvenil, ‘La imaginación de las montañas,’ que reconoce a estas como símbolo de los procesos de resistencia que la comunidad ha llevado a cabo frente a los conflictos que los han afectado, tanto a ellos como a toda la ciudad,” explica Alex.
En 2021, Palabras Rodantes (programa de lectura impulsado por el Metro de Medellín y Comfama) publicó el número 121 de su colección: La cabaña del amor frente al mar de Arboletes, una antología de poemas de Helí realizada por el poeta Luis Fernando Macías y con prólogo del cineasta Víctor Gaviria. Con 150 páginas de pura irreverencia, esta obra narra historias de la calle, mostrando lo crudo pero también lo bello de nuestra ciudad: los partidos de fútbol, las empanadas de la esquina, los amores en la colina, todo contado con un estilo vertiginoso, indiferente a las reglas gramaticales y a los modismos que imponen los sectores más conservadores de la literatura.
“A mí Helí me ha inspirado mucho. Yo soy criado aquí en el Doce de Octubre y comencé a leerlo hace aproximadamente cinco años, compartiendo esas lecturas con los parceros. Nos preguntábamos por qué escribe así, con zetas, sin haches; y deciámos: ¡este marica está loco! Qué chimba eso, y más porque a nosotros nos gusta lo irreverente desde el graffiti. Encontrar a un man como él para nosotros es un placer. Nos sentimos muy representados por él porque, por ejemplo, nosotros queremos salirnos de ese tradicionalismo del mural, apartarnos de lo común”, relata José Miguel Gómez, director del colectivo GraffiArt, quien dio forma al rostro de Helí en el mural.
Quienes conocieron a Helí, lo describen como un ser reservado. No le gustaba hablar de sí mismo, ni asistir a conversatorios, mucho menos leer sus poemas en público. En una de las pocas entrevistas que concedió en 1989, realizada por los escritores Reinaldo Spitaletta y Mario Escobar para el suplemento dominical de El Colombiano, dijo: No frecuento cenáculos, cofradías, corrillos de poetas. Claro que sí tengo algunos cuantos amigos entre los poetas y escritores, pero es una relación individual. En lo relacionado con el arte, y a lo mejor en todos los aspectos de la vida, “el buey solo bien se lame”. Me salvo o me condeno solo, y al ser preguntado por sus influencias literarias respondió: Tengo influencias del ser humano con sus defectos y virtudes, de la vida con sus goces y amarguras.
Tal vez a Helí no le hubiera gustado verse retratado, pero su poesía nos susurra al oído con tal cercanía que nace el deseo de compartir sus versos con otros. Así lo han hecho José Miguel, Mauricio y muchos otros jóvenes de la noroccidental. Su “caleta es el silencio”, es cierto, pero la voz de Helí es también un río caudaloso que arrastra, y resulta imposible no quedar estremecido y atravesado después de leerlo.
“Helí tiene que estar dentro del radar. A veces pienso que lástima que este man no lo conozca más gente. Yo creo que ahora es importante leerlo porque nos abre mucho la capacidad de reflexión, de ver qué hicimos mal en esa época y que podemos hacer en esta para tener otro tipo de planteamientos frente a lo que hoy concebimos como ciudad, como esta arquitectura criolla que nos caracteriza, estos ladrillos”, concluye José Miguel.
Ver el rostro de Helí pintado en un lugar público no solo exige su relevancia a través de su imagen, también lo hace habitar aquí entre nosotros de alguna manera. En todos los ojos que se posan sobre él y lo distinguen y recuerdan. Y en los rostros dudosos que se preguntan quién será y que, con suerte, se dispondrán a descubrirlo. Es una invitación al encuentro: ese momento afortunado que surge entre un transeúnte y un poeta cuando el lenguaje en el que hablan —esas palabras de todos los días— es el mismo, y por eso toca hasta lo más hondo de nosotros. Helí es la posibilidad hecha poesía de nombrarse desde el barrio, de reivindicarlo y, desde ahí, buscar la manera de transformarlo.
A continuación, una selección de cinco poemas suyos:
Domingo resonando en la calle
Calle sola
policía patrullando caricias
vendedores de prensa gritando a todo pulmón el nombre de la prensa
una que otra niña caminando ligerito como confite bajando por la garganta
moviendo los cabellos barnizados sueltos en la calle
los puestos ambulantes
sentados observan figuras
que hacen los motores en los oídos
domingo calles solas
vestida de nubarrones por la parte oriental
de Medellín en calma aparente.
La reina de la acera
La empanada es de masa de papa
En hogao. Y tiene carne en hebritas.
Su color es de oro
No es oro. Y se vende
La empanada pez sin aletas
Decorado en un atrio
En festejo parroquial
Decorado de una caseta con parlante del brazo
En una tarde deportiva.
La empanada pez sin aletas
Reina de acera
Golosina de sal tostadita
Tentando paladares.
La empanada pez sin aletas
Qué rica con chocolate childe
Oracionando una cocina en la pitadora.
En un paceo a Sisneroz
Ace vastante uh vastante quece caxo Rey
Y avla del matrimonio como deun ezpanto
Rey ce caxo cuando la malloria de zuz amigoz
Una rais de maz tenian en cresimiento
Contava en zuz momentoz de pribazidad compartida
En una meza de var de la perra ladeado
Que la formalidad de un candidato en el zaludo
A zuegro en el varrio lo orrorisava
Quen paseo a Sizneroz la conosio y vueno
Que formaron loque zon
Riñendo porque
El mar no tiene un parque infantil
Porque el parque infantil no tiene un mar.
XII (fragmento de La luz de acá se hace de la oscuridad de aquí)
El bus, armatoste de muerte.
El bus, dueño de la calle,
embiste los vehículos pequeños,
aplasta a los peatones
que no tienen por el centro por donde andar, con los frenos en falla de disculpa.
Odio el bus. Estoy picado con el bus.
El bus me picó.
Invento un ungüento
para acabar con la pica,
para untarme en la frente y
borrar de la mente una camilla ensangrada.
En las afueras de la clínica hacía calor.
Después de hoy, los buses
me verán en cada paradero.
Para que no se me olvide quien soy (fragmento)
…Hoy escribo.
Hoy no voy a las rejas del salario ni por los millones que se gana un futbolista, un actor de cine o televisión, un mafioso o un político, o un politico y mafioso o un mafioso y político entre dinamita en dúo.
Que me echen. Me voy al rebusque sobre las aceras de Carabobo, Junín o Pichincha a vender frutas con dos o tres de pudrición en cada pila o tiendo mi existencia sobre un plástico en un parque o en un bulevar y vendo cachivaches todo a mil.
No me encierro hoy entre paredes por un salario. Hoy
escribo. No necesito hoy una lonja de carne frita,
arroz y rodajas de tomate.
No me hace falta un lecho con colchón de mejilla en espuma o paja, ni un vaso de jugo o una tazada de aguapanela que se hace me hace falta
No tengo hoy hambre ni sed.
Soy de otro mundo hoy con otro menú
En vida o en muerte con escribir me basta.