Resultados convocatoria muestra comercial 1.er Festival del Libro Infantil de Medellín

Ganadores MicroCIFI 2023

En el marco de la 17ª Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín, realizada en el Jardín Botánico, el sábado 16 de septiembre de 2023 se realizó la premiación de la 4.ᵃ Edición del concurso de microrrelatos #MicroCiFiMedellín.

En una conversación con las juradas y escritoras Karen Reyes, Daniel Bravo y Erika Chaparro de Eventos del Libro anunciaron los cinco relatos ganadores y reflexionaron sobre la manera como resolvieron creativamente su relación con la línea temática propuesta para este año Matriarcadia: la utopía de las mujeres. Organizadores y juradas valoraron positivamente la existencia del Concurso y la participación de 120 microrrelatos que fueron evaluados en esta edición.

Primer lugar

Emigrar

Antonio José Hernández Montoya.
2.° puesto.

Hallazgo

Alejandro Zapata Espinosa
3.° puesto.

El bloop

Karen Natalia González Melo
4.° puesto.

El último hombre

Jaime Hernán Cortés Torres
5.° puesto.

El redentor desnudo

Andrés Felipe Cardona Moreno

Si quieres estar enterado sobre novedades de los Eventos del Libro, déjanos tu correo electrónico y te enviaremos las mas recientes noticias

Revive las ediciones pasadas

2022

Cíborgs

2021

15.ª edición - Las Palabras

2020

Medellín 2132

Sin Título

Sobre una pila de esculturas regordetas y olvidadas se encontraba un hombre sin naturaleza. De la columna que sostenía su cabeza nacían cables que conectaban sus ideas con las de la serpiente recta y oxidada que recorría el valle del olvido.

El hombre cansado del tono que tenía el valle, un gris profundo y falto de valor, optó por la decisión. ¿Qué es la decisión? Aquello que le devolvería la naturaleza al hombre muerto. Desconectó los cables que lo ataban y el gris profundo se transformó en el color del recuerdo.

Autor
Tomás Jiménez Cardona
@TomsJC3

Emigrar

Antonio José Hernández Montoya.

El plan fue idea mía. Lo inventé aquí al interior de mi cráneo, luego lo volví rumor con mis propios labios para repartirlo por el mundo. Lo hice cruzar mares, desiertos, montañas. Lo introduje por miradas exhaustas que lo recibieron con alivio, por oídos cansados de sostener aretes, por las rendijas, por las grietas de nuestra historia, por las heridas. Lo llevé hasta los rincones donde sólo las hormigas caben. No esperaba respuesta, sólo quería que estuvieran listas las que quisieran. Así lo hicieron, por fortuna.  

En la fecha prevista usamos las herramientas que nos quedaban, las pocas que nos habían dejado. Les pusimos una gran ración de somnífero en el café o en el almuerzo o en la cena que nos obligaban a cocinar; una gran ración que los hizo dormir durante semanas, que los hizo roncar y babear. Debía ser suficiente para correr hacia las naves, para terminarlas y despegar. El viaje fue largo, pero no nos importó. Aprovechamos el tiempo para sanar, para inventarnos nuestro nuevo planeta mientras contemplábamos asombradas el profundo y quizá interminable universo.  

Aterrizamos, fluimos, creamos. Los meses se hicieron años, los años se hicieron décadas y las décadas se hicieron siglos hasta que las naves de ellos comenzaron a llegar y pedir asilo en nuestro mundo porque habían dañado por completo el otro, ese del que se juzgaron dueños hasta el punto de silenciarnos y obligarnos a emigrar. A través del cristal de las naves los vimos sonreír y saludar, levantar los brazos y mostrarnos los ramos de flores que nos traían no como ofrendas ni disculpas, sino como sobornos, como si con eso repararan el dolor, como si con eso fuera suficiente.  

Hallazgo

Alejandro Zapata Espinosa

Nancy fisgoneaba las cajas con libros que amontonaron en la bodega. Leía lo que podía salvar y lo que no. Vació una caja para llenarla con los libros que ocupaban la caja a la que se dedicaría. 

De folletos, gacetas, cuadernillos y fanzines pasó a las revistas, de ahí a los periódicos y luego a los libros en sentido amplio. 

Los salvables los arrumaba en un rincón y los que le eran indiferentes los metía a la caja. Abría aquí y allá, veía que no tuvieran hongos y que conservaran todas las páginas, que fueran salvables y leíbles. 

Dieron las seis. La encargada de cerrar prendió los demás bombillos que le faltó prender a Nancy —en su afán por abarcar todas las cajas; el celaje de polvo la hizo estornudar— y la encontró levantando la última, vacía y despanzurrada, hallando una especie de boletín. 

Nancy se acercó a la compañera y ambas leyeron. 

Página tras página, escritas con la formalidad de un protocolo de prevención de acosos, más se interesaron y más se metían en él. Al término había una nota: «Aquí tienes la causa de un futuro donde algo como esto no sean necesario». 

Las dos lo libraron del rincón y lo guardaron para ver cómo lo divulgarían, a primera hora, con todas las bibliotecarias. 

El bloop

Karen Natalia González Melo

REGISTRO NOTICIAS INTERNACIONALES – BOGOTÁ, 1947 

Antropóloga Agustina T. H. completa 13 días desaparecida. Su embarcación fue hallada en el Pacífico Sur, cerca al punto Nemo. En la embarcación se encontraron unas cuantas provisiones y el diario de la académica de 45 años, del cual se comparte el siguiente apartado: 

Había escuchado de ellas, las amazonas científicas. Eran un rumor de las bibliotecas para mí, hasta que encontré el archivo que me trajo hasta aquí. En las pocas hojas que encontré explicaban el dispositivo. Al parecer, hace un par de meses en su laboratorio consiguieron hacer funcionar lo que denominaron “células de asistencia”. Estas, al ingresar al cuerpo, podían reemplazar las células en mal estado y revitalizar las células que envejecían, incluso consiguiendo reestablecer conexiones neuronales. Dicen que desaparecieron cuando agentes externos intentaron usar su creación para acabar con países, envenenando las fuentes hídricas.  

Se sospecha que la antropóloga sufría de saturnismo debido a sus largas horas de trabajo en su oficina, mal localizada junto a la imprenta. Esperamos sea hallada con prontitud y se le encuentre en favorables condiciones. 

BOGOTÁ, 2024 

Mujer es encontrada en el polo de inaccesibilidad del Pacífico. La joven, aparentemente de 28 años, asegura llamarse Agustina T. H. y traer consigo la propuesta de un grupo de mujeres para salvar al mundo de la contaminación y la enfermedad. Según afirma la joven, las “amazonas científicas” no solo han desarrollado una sociedad autosustentable, también han creado nanobots que pueden ser empleados para: sanar e incluso rejuvenecer el cuerpo humano; generar energía limpia; crear cultivos hidropónicos de alto rendimiento y baja contaminación, e incluso recuperar el planeta. La casa editorial queda a la espera de confirmar la identidad de la joven, su estabilidad tanto física como mental y su historia. 

El último hombre

Jaime Hernán Cortés Torres

Al llegar a casa, después de un día duro en la cantera, buscó bajo la cama la cajita con las cosas prohibidas que le había dejado su madre y la entristeció saber que su genética inferior le impedía tener una hija a quien dejárselas cuando muriera.  

Antes de darle un vistazo a la caja observó en el espejo frente a la cama su pelo rapado y sus ojos enrojecidos por el polvo. Su rostro endurecido por el trabajo la hizo pensar que tal vez era justa la ley que establecía que sólo las más virtuosas podían ser madres y ella no era apta para la partenogénesis. Acarició su vientre vacío y supo que moriría esperando esa forma de amor. 

En el fondo de la caja estaba el viejo reproductor de música de su tatarabuela con las canciones de Bryan Adams, una voz rota y antigua que escuchaba todas las noches, y que las mujeres de su familia habían guardado en secreto de generación en generación. Una voz que había sobrevivido a la fundación de Matriarcadia cuando destruyeron cualquier cosa hecha por los hombres. He esperado tanto tiempo… Para que algo llegara, para que el amor viniera, decía la voz de lo que alguna vez fue un hombre. La escuchó varias veces sin saber qué cosa era un hombre, pero sintiendo que había una verdad en esa voz. Escuchar esa cinta bastaba para que la condenaran, pero a veces una voz dice tantas cosas que no puede ser silenciada. 

Se durmió arrullada por la voz del último hombre del mundo que aún podía decir algo y lloró en sueños por ese hombre que igual que ella no se cansaba de esperar que el amor llegara. 

El redentor desnudo

Andrés Felipe Cardona Moreno

La ciudad se hallaba en duermevela cuando aconteció el portento. Mónica se ciñó el vestido y salió a la calle. El silencio paseaba de una esquina a otra, dejando en el oído el eco de una respiración arcana que sólo ella lograba descifrar. Al parecer el callado ruido –lo suponía– provenía del cielo. Mónica levantó los ojos. En el cenit se abría una brecha que dejaba entrever una luz carmesí. Y murmuró: “¿Extraterrestres?”. Quiso entrar para avisarle a su esposa y a sus hijas, traídas al mundo mediante partenogénesis. Según su madre, que murió en “la guerra matricida” —llamada así por la intención que tuvieron los últimos varones vivos de eliminar a toda mujer gestante no fecundada—, ella logró nacer días antes de que estallara el conflicto gracias a esta práctica que se había generalizado en las últimas décadas. 

La fisura en la bóveda celeste terminó de abrirse y dio paso a un objeto inusual que descendió envuelto en nubes. Al llegar al suelo, Mónica vio que se trataba de una nave similar a una moneda de gran tamaño, la cual levitaba y cuya coraza externa orbitaba sobre su eje. Finalmente, del centro surgió una esfera color de sangre que eclosionó, dando vida a la figura de un hombre, no era uno cualquiera, pues tenía orificios en ambas manos y ambos pies y estaba desnudo. Cuando el recién llegado habló con la primera mujer —y esta con todas las demás en la ciudad, se supo que el sujeto venía a expiar al mundo, mas no del pecado, sino de la intrepidez. A los pocos días, al hombre lo colgaron de un madero, repitiendo así el destino de un tal mesías que, según rezaban los anales, murió en la cruz por amor a la humanidad.