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La revolución del amor

En el mes de la diversidad, realizamos una convocatoria abierta buscando diferentes narrativas artísticas que estuvieran basadas en la temática LGTBIQ+ con el fin de dar a conocer nuevos creadores. Las propuestas recibidas fueron: collage, ilustración, fotografía, video de máximo un minuto y textos de máximo 300 palabras.

Recibimos 20 propuestas que harán parte de una exposición que realizaremos en la 13.ª Parada Juvenil de la Lectura en la Casa de la Literatura San Germán, así como de esta muestra digital.

El lanzamiento de este concurso se realizó el 16 de junio y se extendió hasta el 29 del mismo mes.

Puedes encontrar 2 formatos de narrativas:

Relatos Audiovisuales

Cansada

Juanita

The future has no gender

Neni Vallés Rechach

Collage pride

Angélica María Jimenez Duque

Andrés Mauricio Gómez Carreño

Fotorreportaje

Juan Pablo García Villa

Manuela Vahos

El castillo de los espejos

Juan Galo Ibarra Palacios

Nuestrxs cuerpos son políticos

Laura Pérez

Relatos Textuales

Contenidos

Casitas

León Borja

Recuerdo ahora aquel amor por lo pequeño

que siempre tuve, y cómo nació de algo 

que nunca logré entender cuando esa vez la mamá

me miró diciéndome que las casitas 

eran para las niñas, y que a cambio podía tener

los carros o los balones.

Pero yo quiero esa, pensé.

Porque recrear la vida en miniatura,

era más emocionante 

que lo limitante de un auto.

Lo mismo sucedió con las muñecas,

y las cocinas, porque cocinar no era de hombres

y las historias que se podían crear a partir

de una pequeña figura humana, sólo eran posibles

de ser imaginadas por las chicas.

Esto se repitió cuando alguien en la escuela

se burló del hecho de que me gustaban

las cosas de niñas.

Pero es que en casa todas eran mujeres:

Las figuras importantes y los pasatiempos, 

referían siempre a ellas.

A medida que fui creciendo, las ideas 

y los pensamientos se organizaron, dando paso

a una cruel verdad:

Lo femenino estaba vedado para nosotros, 

como lo masculino para ellas.

La sensibilidad y el llanto también

nos fueron negados.

Y un día llegué a la conclusión, pensé:

¿Qué importaba todo, si la mujer fue siempre pilar 

de mi vida, y el mundo entero?

Al final, nunca nadie supo responder qué era aquello 

que estaba mal en admirar y replicar la esencia 

de ellas, y por qué ser mujer, 

o parecerse a ellas, era algo para sentir vergüenza.

Y lo cierto, es que quizá nunca nadie lo haga.

 

Las fresas

Sebastián Castro Zapata

Tu abuela te mataría si se enterase que te andas bañando con el jabón en  barra de fresa. Tu abuelo nos encendería a golpes si nos encontrara  aquí, bañándonos juntos. Los salmos pegados por la habitación con la  letra de profesora de tu madre, no son suficientes para vencer el  espíritu maligno que entra por nuestras bocas al jugar a tocarnos la  espalda. ¿Entendería tu padre que dos hombres también pueden  bañarse sin ser maricas? Porque sí, yo soy marica. Soy marica en tu  cama, cuando arqueas los ojos y te tomo de la mano en plena avenida,  pero estoy seguro que no lo soy en este instante. Tu cuerpo desnudo se  prende del agua y podríamos jugar a devorarnos, pero en cambio, solo  te paso el inmundo jabón de fresa por la espalda para llenarte de espuma.  Te das media vuelta y hago lo mismo con tu pecho, con los lunares de tu  cuello, y con aquello que te hace hombre. ¿No es esto lo que hacen los  viejos cuando sus músculos no responden? Los maricas nos besamos a  escondidas y nos vestimos tan rápido que no nos queda tiempo para este instante. El morbo está en los ojos y ahorita, somos más que maricas, estamos enamorados.

Una historia mar

Vanessa López Molina

Desde que nos graduamos del colegio nos quedamos sin excusas para vernos. Antes, hasta el año pasado, la excusa perfecta eran las tareas. Todas las tardes regresamos a casa caminando por un sendero lleno de flores. Algunas veces, al llegar, nos desviamos silenciosas hacia nuestro árbol y allí hacíamos una siesta. Yo, recostada en sus piernas con los ojos cerrados y el olor de la tierra, de las flores y de ella, que me acariciaba el pelo con sus manos.

Un día llevó a casa un folleto que le dieron en la plaza del pueblo; Promocionaba un viaje inolvidable a Cartagena: “Descubre la magia de Cartagena de Indias con el amor de tu vida”, decía en letras grandes. Le pareció que era casi una invitación. 

−¿Nos imaginas a nosotras dos en Cartagena? Quiero conocer el mar contigo, estas montañas a veces parecen contenernos. El mar no debe ser así. Solo es mar y parece tan infinito… me decía absorta en sus pensamientos.

Pero eso nunca podrá ser. Desde que mi madre nos vio besarnos aquella tarde, recostadas en este árbol que parecía tan seguro, tan aislado, tan protector; me prohibió verte de nuevo. No solo eso. Llamó a tus padres y les dijo que éramos unas pecadoras y que tú solo querías corromperme. Cuando yo sabía que lo único que querías hacer era amarme.

En enero te mandaron a la ciudad, a casa de una tía de la cual no tengo ni el nombre. Y yo me quedé aquí, atrapada en este pueblo donde se ven tantas montañas, pero no el mar. Donde se ven tantas personas, pero no te veo a ti. Solo me queda mi árbol, mis recuerdos y el folleto; testigos de una historia de amor infinita, como el mar.

Andrés

Lesly Tejada

Ella es Tatiana. Al inicio daba un poco de miedo, tiene una mirada seria y es la que pone las reglas en casa, sin embargo, es bastante amorosa. La otra es Dayana, es bastante tierna y risueña y me sigue varios caprichos con la comida… Y yo, soy Andrés, algo tímido pero soñador y HOY ES MI DÍA; en el hogar de paso se han reído de mí porque voy a tener dos mamás, pero yo estoy feliz de tener una familia.

Los amores de la tía Tula

Nancy Lucía

¿Tía, quién fue tu primer amor?

  • El sol

y… ¿tu primer amor-a?

  • ¡la luna!

Y ¿tu primer beso?

  • Un picoteo de gallina

¿Cuándo lloraste?

  • Cuando mi hermana se fue

¿Qué hiciste?

  • Sembré una flor, y la abracé

¿Qué querías ser de grande cuando eras chica?

  • Estudiante cantaora

¿Y tu primer abrazo?

  • En un carnaval

¿Con quién?

  • Con una nena de 17 años

¿Qué hiciste?

  • Temblar

¿Con quién fue tu primer viaje?

  • Con el viento

¿Hacia dónde?

  • Hacia el sur

Por allá, ¿amaste a alguien?

  • A un chico violinista

Y … ¿después?

  • A una muchacha pintora

¿Volviste?

  • A casa de mamá

¿Qué hiciste, tía?

  • Abracé a papá

Tía Tula, ¿sabes pintar?

  • Solo atardeceres

Píntame en la cara una mañana, tía.

  • ¡Mejor un arcoíris, Judith! 

Entre rimas y amores

Umbral#3

Martina 

Me llamo Martín. Desde pequeño he sido muy saltarín.

En la escuela todos me miran diferente, como si tuviera un moco en la frente. No sé como decir que al baño de niñas quiero entrar, aunque para mis papás no está mal, en la escuela lo verían fatal. 

Al saludar, un apretón de manos me dan, como si fuera un señor de avanzada edad. No puedo expresar que no me siento bien al ser tratado con tanta rigidez. Quisiera este cuerpo abandonar, y no tener que esconderme por el miedo al qué dirán. Ahora tengo la valentía para decir: me llamo Martina. 

A veces 

A veces me siento como la mujer maravilla. Otras veces, en cambio, tan pequeña como una hormiga. 

A veces quiero volar como una gaviota, otras veces solo quiero dormir como una marmota. A veces soy tan feliz como el payaso Plin Plin, otras veces, como un mimo, me deprimo. A veces puedo comer como un elefante, otras veces solo me cabe una rodaja de tomate. A veces lloro tanto que mi vida se convierte en un mar, otras veces llega ella y me recuerda la felicidad de amar. 

Mejor juntas 

Deseé en la calle caminar, sin miedo a amar, 

pero al indagar, debía contestar: amigas nada más. 

Juntas estamos mejor, pero existió el temor 

de que alguien arrebatara mi vida, por juzgar que era indebida. 

Ahora, que miro en retrospectiva, y que tantas veces estuve a la deriva, te observo en cada rincón de mi corazón.

Pecado

Mailen Ortega

Esta noche llueve. 

Llueve y es como si el cielo se vendara los ojos

para que encarnemos el pecado.

Se disipan las luces de la ciudad, 

el viento abraza las ventanas

y el cielo ruge.

La tormenta entona un ritual diabólico que

aviva nuestros demonios. 

Reina el anarquismo y jugamos a domarnos,

se enciende el fuego infernal que nos habita, 

y transfiguramos el ser.

Me miras y me posee el frenesí de tus ojos, 

mi boca jadeante consume el fruto celestial 

fecundado en tu cuerpo.

La humedad yacente de nuestras entrañas

inunda el césped plantado sobre las caderas,

y naufraga en el Aqueronte.

Hemos consumado el pecado,

somos el pecado.

Moramos el legado de Lilí.

La enfermedad del ocaso

Sebastián Villa Medina

Darel Shagenlorx observaba, con cierta tristeza, la lápida que estaba inscrita con el nombre de Antón Nerjackson. El cuerpo de Antón descansaba en paz, a dos metros bajo tierra. Y en la superficie estaba Darel, con una rosa en una mano.

Darel se acordaba muy bien de Antón cuando estaba vivo, antes de que el Sida se lo llevara a la tumba, ya que él había sido su pareja sentimental por nueve años. La primera vez que lo vio fue en el bar de Agustín, en el centro de Medellín, hace diez años. Y desde ese tiempo hasta el año siguiente, su relación pasó de amistosa, de dos camaradas que comparten sus anécdotas de vida con vasos de café con brandy, a pasar a la cama y al amor.

Aquellos nueve años que pasó con Antón fueron los más felices para Darel. Aunque sí hubo varias discusiones por cosas triviales de la vida, como cualquier pareja, pero ambos lo solucionaban sin insultarse, ni involucrar a un tercero.

Luego Darel deja la rosa cerca de la lápida y se despide de Antón con la siguiente frase: Muy pronto nos volveremos a ver, Antón pensando al mismo tiempo en el virus que estaba en su cuerpo, el mismo que se le llevó la vida a su pareja hace tres semanas. Y cuando levanta su vista al ocaso, su tristeza se transforma en alegría. 

“El Sida me ha hecho un hombre. Un verdadero hombre que valorar cada instante de su vida, con su familia y sus amigos más allegados. Lo mismo que hiciste tú, Antón, que habías estado presente junto a las personas que tu querías y te querían, y yo también estuve junto a tu lado antes de que te fueras de este mundo.” Y una última lágrima le corrió por su mejilla derecha.

Letanía

Juan Carlos Vásquez García

Si algún día encuentras la felicidad, no le creas.

Pregúntale de dónde viene.

Si algún día en el camino te cruzas con el terror hecho destrozos, pintado de rojo, embadurnado de olor a descomposición, con una sonrisa hecha de cráneos, no huyas, no corras, no cierres los ojos.

Pregunta cómo pasó, cuándo, bajo qué circunstancias.

Observa quiénes quedaron en pie, descríbelos, compáralos con las pinturas que yacen esparcidas por el suelo, caídas entre los escombros.

Quienes menos valen, parecen valer menos, nunca dan un paso por encima del pecho de otro para llegar al paraíso.

Si algún día vives para contarlo, y vivirás para contarlo.

Canta, baila en honor a quienes se atrevieron a pintar el alba de otro color…

Si algún día vives para creer, no te creas a ti misma: el espejo miente, el microscopio, no.

Basta desnudarse y caminar en la tormenta entre alfileres de agua,

los rugidos del dragón 

para comprobar que los ecos de espanto no son ficción…

Ser o no ser

Tina Lon

Aran ya estaba a punto de entrar a la etapa de la adolescencia y aún no había podido tomar una decisión sobre su identidad. Todos a su alrededor parecían saber quiénes eran, en cambio ella o él no. Se sentía muchas veces como un fenómeno y como el bicho raro que no encajaba en el mundo absurdo llamado sociedad.

 

Desde muy pequeña, se había dado cuenta que iba a ser diferente. Aunque veía la diferencia como algo honorable, cada vez se sentía más triste por ser intersexual. No sabía si era mujer o era hombre. Tampoco quería definirse por uno solo. Quería ser los dos, pero la sociedad le exigía cada vez más definirse y aunque se negase, todas las noches por su mente rondaban múltiples preguntas que no la dejaban dormir y aumentaban la incertidumbre entre ser o no ser.

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