En la esquina del parque principal de Girardota, justo al pie de las escaleras de la iglesia, hay una cantina que huele a café, en la que resuenan cadencias de salsa, bolero y tango. En lugares así, en los que se conversa al lado de un tinto y un par de buñuelos, es donde sucede la magia que da vida a La Libretería Ediciones. Ella está de negro de pies a cabeza, en él resaltan sus zapatos negros con cordones azules que combinan con unas medias largas, también azules.
Ángela y Sebastián, sus creadores, trabajaban en una corporación cultural de Girardota llamada La Zafra. Habían llegado allí por caminos distintos, pero les interesaban temas comunes como el patrimonio y la historia local. Él es diseñador gráfico y dibujante, pero le gusta la historia. Ella es historiadora pero le gusta dibujar. Así, sus conversaciones los llevaron hacia los mismos intereses, y luego de ser amigos por mucho tiempo, se preguntaron: ¿Qué tal si hacemos algo juntos? A la par, la Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín había abierto la convocatoria para hacer parte de los stands de producto ilustrado. “No teníamos nada, pero queríamos estar allá”, recuerda Sebastián, quien en la universidad hacía libretas para vender entre sus compañeros.
Llegaron al Jardín Botánico para participar por diez días con tres separadores y 50 libretas. En el primer día vendieron todo. “Nos tocaba llegar a la casa cada noche a hacer más libretas. No dormíamos, no sabíamos en qué nos habíamos metido”, dicen entre risas mientras cuentan que incluso dibujaban en el stand porque las personas les hacían fila esperando que les personalizaran sus libretas. Y aunque esta fue la excusa para iniciar con La Libretería, Ángela y Sebastián se han atrevido a mirar hacia otras direcciones.
La vida es un rasgo de tela es un libro que nació en la cocina de la casa de Ángela mientras tomaban un tinto. Su madre les contó la historia de una hermana que murió cuando ella estaba muy pequeña. Les contó también que ella y sus hermanos le cantaban una canción que decía la vida es un rasgo de tela. Luego de esa historia, motivados por la curiosidad, fueron al archivo parroquial. En el libro de defunciones encontraron las historias, no solo de la pequeña, sino de más de 80 niños. “Un mundo de niños muertos”, dicen ellos. Ahí se les ocurrió hacer un libro con textos de Ángela y dibujos de Sebastián.
Otra de sus apuestas son los diarios de viajes. Cada uno a su manera, él dibujando y ella escribiendo, hacían diarios cuando viajaban, hasta que un día se hicieron nuevamente una pregunta: ¿Qué tal si juntamos nuestros diarios? Hasta ahora llevan cuatro, uno de ellos sobre el viaje que hicieron a Manizales; allí conocieron a una mujer que los acompañó a descubrir la ciudad, hoy la consideran una “tía”.
El último y nos vamos es un proyecto que nace del gusto por leer los pueblos desde las cantinas, el parque y la plaza. De tantos trabajos curiosos, Ángela y Sebastián, hicieron una cartografía de las cantinas de Girardota, el proyecto fue el ganador de la Convocatoria de Estímulos del Instituto de Cultura y Patrimonio de Antioquia 2019, donde promovieron la escritura y la lectura en cantinas y bares del municipio, acompañados de autores y amigos.
“Desde la investigación siempre he tenido un conflicto con la forma de contar y escribir la historia. Ha sido complicado seguir las líneas académicas: escribir algo y poner la cita, el pie de página y el desarrollo del concepto. Es complejo porque siempre he creído que uno puede hacer más con la historia. La literatura le ayuda mucho a la historia, le ayuda a hacerla verosímil, más real. La historia la hace la gente que uno ve en una tienda sentada o en un parque, no es la gran figura o el héroe lejano. Siempre es la gente del común la que está continuamente haciendo historia con sus vidas. Entonces creo que eso de alguna forma ha determinado la mirada o la línea editorial de La Libretería. Hemos tratado de movernos por ese cruce de caminos entre la historia, la literatura, el dibujo. ¿Qué puede pasar si se mezclan esas tres cosas?”, dice Ángela.
En La Libretería nunca ha habido planes. Todo ha nacido desde la intuición y la conversación. Desde el principio quisieron hablar de lo que les interesaba y convertir la historia en algo diferente a un libro gigante olvidado en una biblioteca. “La base siempre es la conversación, cada cosa la conversamos mucho. Nos gusta estar de acuerdo en todo, así sea en un dibujo o la idea de un libro. Esto sigue siendo lo que siempre ha sido”, dice Ángela. Y como todo proceso, La Libretería ha sufrido algunos cambios.
Con el paso del tiempo, las libretas ya no son diez, sino 100. Aprendieron a delegar en otras personas los procesos más técnicos como el cosido de las libretas y sus acabados. Sin embargo, aclara Sebastián, el dibujo y el texto siguen siendo lo más cuidado del trabajo. “Nos gusta que sean nuestros dibujos, dibujar es lo único que yo sé hacer, entonces siempre procuramos no perder la esencia de lo que fue el proyecto desde el principio”. Dejar lo más técnico en otras manos, les permitió crecer y empezar a distribuir en tiendas de Medellín, Bogotá, Manizales y Salento. Además pudieron ir a ferias en otros lugares como Popayán.
Para Sebastián, Ángela es el orden de este proyecto. Ese orden permite que las cosas funcionen. Para Ángela, Sebastián es el impulso, el que siempre llega con propuestas y lluvia de ideas. De alguna manera, dicen los dos, ese es el equilibrio que sostiene a La Libretería y que hoy los tiene trabajando únicamente para ella.
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