Muestras de la fragilidad humana y la necesidad de las diásporas
Las epidemias a lo largo de la historia también se han encargado de contagiar a la literatura. La plaga de Atenas descrita por Tucídides en el 430 a.C; el cólera de principios del siglo XX recreada por Thomas Mann en La muerte en Venecia; la obnubilación de la sociedad moderna narrada magistralmente por Saramago en Ensayo sobre la ceguera y hasta la tuberculosis que sufrió Simón Bolívar en sus últimos días, recreada por Gabo en El general en su laberinto, son algunas muestras de cómo las enfermedades también han infectado a las letras.
“La enfermedad, el dolor y la muerte han sido importantes y frecuentes detonantes de historias literarias porque la llegada de una enfermedad confronta al ser humano respecto a su fragilidad y lo efímero de su existencia; sus apariciones han fungido no solo como hechos históricos, sino también, como vivencias personales que grandes escritores han decidido plasmar en sus obras”, explica Luis Fernando García, experto en inmunología, profesor emérito de la Universidad de Antioquia y miembro de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas Físicas y Naturales.
Este investigador fue uno de nuestros invitados durante la segunda jornada de la 14.ª Feria Popular Días del Libro con la actividad La perorata del apestado: de otras pestes y otros apestados en la literatura, a propósito de la obra de Gesualdo Bufalino, que lleva el mismo nombre. En ella describe la historia de algunos sobrevivientes de guerra infectados incurablemente por tuberculosis.
Diásporas en tiempos de Covid-19
La actual contingencia sanitaria ha transformado nuestras formas de vida y probablemente por mucho tiempo nada vuelva a ser igual antes de la llegada del Covid-19. Justo cuando este año los Eventos del Libro tienen como eje central las diásporas, según Luis Fernando García, la presente situación guarda total relación con las dispersiones.
Migramos a otros lugares por necesidad, no solo para huir de amenazas contra la salud y la vida, sino que cambiamos nuestros habituales sitios de estudio o de trabajo por espacios cerrados: la cuarentena en sí misma es una diáspora. Sin embargo, en medio de ella también puede surgir la imaginación al mejor estilo de las siete mujeres y tres hombres que ante la peste bubónica decidieron relatar un centenar de cuentos durante su encierro en el Decamerón de Boccaccio.
“La enseñanza principal de la literatura para estos tiempos es que somos una especie frágil y hemos construido una sociedad absolutamente egocéntrica y ególatra en la que nos creemos capaces de controlar todo, pero un virus que tiene solo unos cuantos nanómetros nos pone de rodillas y nos hace reflexionar sobre nuestro devenir”, comenta el profesor García quien añade que muy seguramente buena parte de la literatura del futuro estará inspirada en lo que viene ocurriendo mundialmente.
[Ya lo decía el dramaturgo inglés George Bernard Shaw: “Las epidemias han tenido más influencia que los gobiernos en el devenir de nuestra historia”. Las letras no solo han sido el vehículo para evidenciarlo, sino para invitar a reflexionar a la especie humana sobre lo efímera de su existencia y su relación con los demás seres con los que coexiste