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La primera Fiesta

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Ya son once años de ese viernes 7 de septiembre de 2007, cuando a las diez de la mañana nuestra Fiesta del Libro y la Cultura abrió sus puertas por primera vez. ¿Estuviste ahí? ¿Recuerdas esa primera Fiesta? ¿Viste al escritor italiano Alessandro Baricco pasearse por el Jardín Botánico? Definitivamente esta Fiesta ha sido una bella Fiesta desde su primera versión. Te invitamos a leer y a visitarla.

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*Este capítulo hace parte del libro 10 años de Fiesta, historias de la Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín. Un libro que puedes descargar aquí.

las tres de la madrugada del viernes 7 de septiembre de 2007 Guillermo Cardona ya estaba en pie, mirando al cielo y pidiendo para que dejara de llover. Revisando fechas y pensando en que no se cruzara con otros eventos importantes de la ciudad ni con otras ferias del libro de la región, habían decidido hacer la Fiesta del Libro y la Cultura en septiembre. Y como en Medellín eso de la temporada seca y de lluvias no es algo tan preciso, solo esperaron tener suerte.

Pero no, cada mañana durante diez días Guillermo se levantó a las tres a ver llover y a las seis ya estaba en el Jardín Botánico montado en el shinkansen de director, examinando con el equipo que no hubiera libros dañados y un infinito etcétera de detalles. Del 7 al 16 de septiembre de ese año las lluvias estuvieron acompañando la primera Fiesta del Libro. Regándola, probando qué tan Fiesta sería Fiesta.

El Orquideorama estaba listo, pero otros espacios del Jardín, como el Edificio Científico, seguían en obra. Eso, más las dificultades logísticas por el clima, más el hecho de que lo nuevo y el cambio espantan a uno que a otro, hizo que algunos llegaran a pensar que la habían “embarrado”. En el sentido más amplio de la palabra, pues pantano también hubo.

“Llegó un momento en el que yo me dije: nos equivocamos. Fue cuando estábamos haciendo el montaje y la lluvia no cesaba y todo parecía desorden. Cuando caminaba y quería encontrar un lugar y no lo hallaba, pues al principio la demarcación y las rutas de tránsito fueron muy confusas. Era como un juego: pasabas y pasabas por un mismo lugar intentando encontrar otro”, recuerda Luis Bernardo Yepes.

En los primeros días se escucharon voces inconformes, una que otra conversación árida, uno que otro renegar, una que otra añoranza por la Feria del Libro del Palacio de Exposiciones. Eso, sobre todo, por parte de algunos editores y libreros, a quienes les preocupaba que los libros estuvieran tan expuestos y llegaran a deteriorarse.

Además, la Fiesta desde su primera versión tuvo como prioridad generar espacios de comercialización equitativos para todos, y en el Orquideorama, donde se organizó la muestra de libros, estuvieron los setenta expositores que participaron en esa ocasión. Todos con los mismos stands de 2×4 metros. Algo celebrado por unos y no tanto por otros.

“Hubo y sigue habiendo resistencias, pero una mayoría respaldó la iniciativa de que sacáramos el libro del recinto cerrado y lo lleváramos al espacio público, mucho más cerca de los ciudadanos. A algunos les interesaba regresar al Palacio de Exposiciones y tener ochocientos metros cuadrados para la exhibición de sus libros, pues era a lo que estaban acostumbrados. Pero si hay algo por lo que se caracteriza la Fiesta del Libro de Medellín es por abrirles la puerta a todos, a las editoriales grandes, a las pequeñas, a los libreros de nuevo, a los de libros leídos y saldos. Hicimos un gran esfuerzo por generar puntos de venta iguales para todos”, dice Guillermo Cardona.

Finalmente, y como si ni la lluvia ni el pantano fueran para tanto, la gente empezó a llegar, el Jardín a llenarse y el espíritu de Fiesta a moverlo todo. Los pequeños stands en el Orquideorama se veían bonitos, quienes llegaban se querían quedar y hasta hubo tardes en las que salió el sol.

“En esa primera versión llevamos el Café de Otraparte y convertimos la tarima del Orquideorama en un gran café y en uno de los escenarios principales de la Fiesta. Ahí estuvieron los invitados. Fue un espacio en el que se hicieron muy visibles la palabra, la conversación y los escritores”, recuerda Sergio Restrepo, director del Teatro Pablo Tobón Uribe y quien hizo parte del equipo organizador de Fiesta durante varios años.

Las personas de la ciudad, los visitantes de otros lugares y los escritores, sobre todo ellos, celebraron que los hubieran invitado a una fiesta. Al italiano Alessandro Baricco, quien tiene fama de esquivo, fue a uno al que se le vio sonriente yendo de aquí para allá. Participó en varias charlas, dictó un taller para promotores de lectura y cuando se despidió de la ciudad y un periodista le preguntó qué esperaba de la Feria del Libro de Frankfurt, que se realizaría a la semana siguiente, dijo que esos eran negocios, que él prefería una fiesta como la de Medellín.

“Estar en ese sitio tan lindo rodeados de árboles, que la gente se acercara a los libros, que los lectores se encontraran entre ellos. Eso fue una alegría muy grande. Hay eventos donde lo único que uno escucha son cajas registradoras, pero aquí lo que prima es el compartir. Un libro se escribe en la soledad, pero en estos espacios uno se ve cara a cara con los lectores, que son como amigos que uno no conoce. Fue una experiencia muy hermosa”, dice el periodista y escritor Juan José Hoyos.

Hubo un encuentro de bibliotecarios, encuentro de promotores de lectura, de talleres de escritura, de revistas literarias, de escritores antioqueños y de libreros. Actividades casi todas organizadas por diferentes entidades de la ciudad. También una programación sobre la lectura en la formación del actor, del académico, del escritor, del político, del militar, del empresario, del cineasta.

“Recuerdo el entusiasmo y el compromiso que tuvimos las entidades que comenzamos a trabajar en esa primera Fiesta del Libro, porque esa primera Fiesta se hizo con las entidades que ya veníamos trabajando la lectura, la escritura y la cultura en la ciudad. En lo que hoy es la zona de Jardín Lectura Viva éramos muy pocas carpas, pero ese espacio se movió muchísimo. Ahí hicimos lanzamientos de libros, encuentros con autores, promoción de lectura, porque esta Fiesta desde la primera versión recibió a una gran cantidad de gente. Sentimos como si la ciudad se hubiera volcado a visitarla”, dice Juan Pablo Hernández, director de la Fundación Taller de Letras.

Los árboles parlantes del Jardín susurraron cuentos y poemas, hubo una muestra fotográfica de treinta escritores antioqueños y una exposición sobre la obra de García Márquez, ‘Macondo: personajes y soledades’. Luz Estela Peña, líder del Sistema de Bibliotecas Públicas de Medellín, recuerda que también se creó una simulación de un Parque Biblioteca. “Apenas estábamos en el auge de los parques biblioteca, entonces montamos allá los servicios que había en ellos para que la gente los conociera. Fue una experiencia muy bonita y algo muy impresionante también fue poder ver ese Jardín Botánico abierto hasta las diez de la noche y las agendas culturales llenas a reventar. Era de verdad una fiesta ver el Jardín así”.

Llevar la Fiesta a ese sector de la ciudad y hacerla de forma gratuita también fue abrirla a muchas personas que de otra manera no habrían podido participar. Fue el regalo de ver llegar a niños, jóvenes, adultos, a familias enteras. Ver que cuando salía el sol se sentaban sobre la hierba a compartir conversaciones, lecturas, alimentos. Ver que la Fiesta sí podía llegar a ser Fiesta de muchos, no Fiesta de unos pocos. Una Fiesta para todos los que se quisieran unir a ella.

“Lo que nunca voy a olvidar serán los rostros de los niños sentados en el Bibliocirco. Sus rostros, sus risas, su asombro, eso me enterneció profundamente. Ver a un chico leyéndole a una chica o al revés. Y ver a familias enteras compartiendo”, dice Luis Bernardo.

Durante las más de 120 horas de apertura a esa primera Fiesta, a ese sueño que apenas se estaba inventando, asistieron cerca de 90 mil personas. Cosas por corregir y mejorar, muchas. Pensar en crecer, claro que sí, pues el Orquideorama y el Jardín Botánico tienen sus límites y la idea desde el principio era poder llevar la Fiesta a otros espacios de la ciudad.

“En esa primera Fiesta ver la respuesta de la ciudad, ver su acogida, fue muy bonito. Era una apuesta por un cambio, por eso queríamos aportar nuestro trabajo, nuestro amor por los libros desde donde más se necesitara. Hacer la primera Fiesta y ver que funcionó fue demasiado importante. Verla crecer es reconfortante porque son espacios para que la gente se encuentre con el libro y la cultura”, dice Luis Galar, librero cofundador de haylibros.com y quien hizo parte del equipo organizador de Fiesta por varios años.

“Y hay algo, que como indicador, ni sé cómo podría ponerlo en un informe, pero es que yo me detuve una vez con Jorge Melguizo a ver pasar la gente y la mayoría de los que pasaban, pasaban sonriendo. Eso también es un indicador. Una marca de Fiesta es eso, esa sonrisa en la gente”, dice Guillermo Cardona.

Fiesta fue Fiesta desde su primera versión. Fiesta fue Fiesta desde ese viernes 7 de septiembre de 2007, cuando, a las diez de la mañana, se abrieron sus puertas. Y desde entonces ha quedado claro que la ciudad estaba lista para enfiestarse con el libro y la cultura en su propio Jardín.